La Parroquia El Sagrario de Ancud realizó su primer encuentro de Discernimiento Eclesial, realizado el pasado 27 de Diciembre junto a los participantes del Consejo Parroquial Ampliado.
Para Mario Vargas, quien participó en esta instancia, “fue entretenido, muy participativo, nos ayudó a reflexionar y ver una mirada diferente a la propia, sobre temas de actualidad, familia, Iglesia, país, etc; creo que es muy importante que se siga realizando con más tiempo y en todas las comunidades.”
¿Qué es este proceso?
Es una invitación a buscar juntos una nueva forma de ser Iglesia. Hacer un camino, un proceso para que, conscientes que somos pueblo de Dios ungido por el Espíritu, busquemos desde las raíces profundas de esta crisis y los cambios de la sociedad actual, el actuar y querer de Dios para cada uno de nosotros, nuestras comunidades, las Iglesias locales y toda la Iglesia que peregrina en Chile.
No es una consulta, no se trata de armar un plan pastoral, elaborar orientaciones pastorales o confeccionar un elenco de necesidades o sugerencias “para la iglesia”. Es asumir la unción del Espíritu, para que cada uno, cada comunidad, cada diócesis pueda -con verdad y libertad- mirar de frente lo que está sucediendo, interpretar en ello el querer de Dios y elegir lo que Dios nos pide en este momento de la historia.
¿Por qué lo hacemos?
Es una iniciativa que empieza a germinar en diversas comunidades eclesiales en medio de la crisis de la Iglesia Católica en Chile, transparentada con crudeza tras la visita del papa Francisco a Chile y la posterior convocatoria a los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile al Vaticano.
Tras la carta que el Papa Francisco envía en 2018 al Pueblo de Dios que peregrina en Chile se inició un camino de diálogo a nivel diocesano y nacional con agentes pastorales laicos y consagrados. Durante este tiempo se constata la necesidad que debíamos seguir caminando, llamados a buscar la verdad y la justicia, especialmente buscando identificar y abordar los aspectos de fondo que permitieron los abusos de poder y sexuales. Entonces se constata la necesidad de iniciar un discernimiento profundo, comunitario y extensivo de nuestra realidad como Pueblo de Dios en Chile en cuanto organización humana con sus estructuras y sus modos de relación.
No podríamos salir iguales de esta crisis, a volver hacer lo que hacíamos antes y de la misma forma, como si nada hubiera pasado. Debemos discernir e inaugurar nuevas formas de ser Iglesia, que camina unida y que opta por avanzar hacia los nuevos caminos que el Espíritu vaya señalando. Ser el Pueblo que Dios quiere, es nuestra esperanza.