Hermanos y hermanas, Reitero mis saludos a todas las autoridades presentes, y a todos los hermanos que aquí en la catedral, como a quienes por medio de la audiencia radial se hacen parte de esta especial Acción de gracias, en el aniversario de la patria que también festejamos delante de Dios, “porque ÉL quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, como nos recuerda s. Pablo en la carta a Timoteo que hemos oído. 1.- La luz del evangelio. El evangelio de hoy corresponde al texto que es proclamado en la liturgia dominical en toda la Iglesia en el mundo, y que debemos acoger y aplicar a nuestra historia particular. Me parece muy atingente el contenido y enseñanza del texto evangélico, cuando reflexionamos el pasado reciente, el presente y deseamos un futuro esplendor para nuestro Chile. Desde la palabra de Dios, desde nuestra fe en Jesucristo admiramos y asumimos que la patria es un don Dios, un regalo o un bien precioso compartido a nivel personal y comunitario, y del cual no debemos ser dueños egoístas o privatizantes. Según las palabras de Cristo no somos propietarios, sino llamados a ser administradores responsables y honrados de todo aquello que hemos recibido, buscando el bien de los demás, con especial preferencia por los más necesitados. Lo que la reflexión ética del ser humano logra entender, la fe cristiana lo ilumina, lo reafirma y le da un sentido y proyección eterna. Para comprender bien la parábola del “administrador infiel” con la cual nos enseña Jesús a usar en forma justa los bienes de este mundo, en especifico el dinero, debemos recordar un aspecto del contexto cultural de la época, de lo contrario podríamos entender erróneamente lo que Jesús nos enseña cuando alaba la actuación del administrador infiel, daría la impresión que alaba la pillería. Pero según las costumbres de la época, cuando un administrador reducía el importe de un recibo, disminuía su propia comisión. Por esta razón, el dueño alaba al administrador injusto, ya que ha sabido aprovechar el plazo de tiempo que le quedaba distribuyendo generosamente el dinero del que es administrador. Lo que hace este mayordomo infiel es reflexionar seriamente, y logra usar con astucia la posibilidad que tiene de postergar sus ganancias inmediatas para enfrentar su futuro. Por supuesto, el evangelio no aprueba la deshonestidad del mayordomo, sino su sagacidad. Si miramos bien veremos que el administrador infiel hace un acto de desprendimiento inmediato para ganar amigos, para una recompensa mayor frente a la vida incierta que se le viene por delante. Entonces, Jesús nos enseña que no sólo la honradez, sino también el desinterés inmediato y el buen uso de los bienes presentes como es el dinero, que deben ayudarnos a procurar un bien superior que llega hasta la eternidad. La mejor inversión nos enseña Jesús es invertir en los pobres, en los hermanos más vulnerables. Esto es más atendible, sabiendo que la “dulce patria” que cantamos en nuestra canción nacional, no es una realidad para todos por igual, aún no hay una distribución justa que también perjudica la convivencia. 2.- Nos cuestiona la realidad presente. Cuando miramos los casos de corrupción, de estafa y deshonra en distintos niveles de nuestra sociedad chilena, sobre todo de aquellos que son llamados a ser servidores públicos, percibimos la importancia de poner en orden nuestros valores, y no dejar que el dinero sea una meta en sí mismo, y que la avaricia domine nuestra convivencia y nuestras relaciones. Porque esto, al final produce desconfianza, injusticia y decepción profunda entre personas, instituciones y autoridades. Nos paraliza, nos confunde, y como siempre son los más pobres los más perjudicados. Es decir, que se constata entre nosotros y en el mundo que cuando el dinero se idolatra, se convierte en un dios ( en un bien supremo), entonces la humanidad se denigra, produce injusticia, dolor y hasta la muerte de muchos seres humanos. El dinero es simplemente un medio que se vuelve vil porque nosotros no lo usamos honradamente. El dinero por el dinero, el poder por el poder destruye personas, familias y sociedades. Basta mirar con un poco de tención la historia de la humanidad. Las noticias y estadísticas sobre la circunstancias actuales, muestran las desconfianzas en las instituciones y en las personas, por los reclamos por los derechos básicos a la salud, por una buena educación, por pensiones dignas, por la urgente atención a los niños y jóvenes más vulnerables de nuestro país, por obras y leyes de bien común atrasadas o mal ejecutadas, por la destrucción por el fuego intencional de iglesias y vehículos en la Araucanía, por el proyecto de ley pro abortiva, por la depredación de los recursos naturales y la contaminación, etc, Todo esto no lleva a tener sentimientos de desanimo y una visión pesimista, y por tanto necesitamos reavivar la esperanza volviendo nuestras mente y corazón al Señor que quiere, y está dispuesto a reconstruir la “casa común” con la colaboración de todos nosotros. 3.- Signos de esperanza. En este sentido, es positivo que volvamos a descubrir la importancia de La formación ética y cívica: ¿Cuánto necesitamos educarnos en nuestra conciencia cívica, en valores y criterios de acción donde el servicio a los demás sea nuestra recompensa, donde valores trascendentes sean nuestras metas?… La alegría de servir honradamente, servir por amor, servir por misericordia. El valor de la participación, respeto y paz ciudadana. Lo que la ética humana llega a postular como bueno y verdadero, el evangelio de Jesucristo lo reafirma y lo proyecta como un bien que alcanza hasta la vida eterna. A la luz del evangelio debemos agradecer todo lo que el Señor ha dado a nuestra patria, nos llena de esperanza porque aquí y allá, a lo largo y ancho de nuestro Chile encontramos brotes y frutos de esfuerzo, de trabajo y de superación que nos muestran que podemos salir adelante, y que la generosidad es posible. Cuando se administra bien y con justicia, los recursos alcanzan, y si no