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Los jóvenes caminaron con sus familias, al encuentro de Jesús Nazareno

Este es el lema con que los jóvenes de Chiloé caminaron este sábado, 01 de octubre, en compañía de sus familias en la novena caminata diocesana organizada por el departamento de pastoral juvenil de nuestra diócesis. En esta oportunidad, la iglesia de Chiloé peregrinó acogiendo el llamado de su SS. Papa Francisco, de “cuidar nuestra casa común”, es por ello que el “cuidemos nuestra casa, cuidemos Chiloé” se hizo presente como un lema que no solo nos demuestra la necesidad de cuidar nuestro planeta, sino que nos invita a cuidar esta hermosa diócesis al sur de nuestro país, por sus paisajes y naturaleza sin igual, imagen viva de la creación de Dios de la que todos somos invitados a cuidar. Mons. Juan María insistió en que debemos “tomar conciencia en cuidar nuestra casa común, hecha con el amor misericordioso del Padre Dios para todas sus creaturas”. Así también invitó a los peregrinos a “caminar con alegría y asombro… sirviendo y acompañando a aquel que camina con dificultad en su vida con amor misericordioso” … sobre todo, “caminar por las intenciones de nuestras familias y la unión de estas, queriendo siempre que prevalezca el respeto por la vida desde su nacimiento hasta muerte natural” asimismo encomendó en el caminar “las intenciones de nuestro país y el mundo” para que nuestro Padre común lleve a buen término las intenciones de respeto, igualdad y solidaridad entre las naciones sin atropellar la dignidad humana. En la jornada se dieron cita cerca de mil personas, las que con alegría y mucho entusiasmo dieron testimonio vivo de Cristo resucitado, desde la Parroquia de Nercón Patrimonio vivo de la humanidad junto a las diferentes estaciones que animaron el peregrinar hasta la parroquia Santiago Apóstol de la cuidad de Castro donde, junto con cruzar la puerta Santa, en este año de la misericordia, Mons. Impartió una bendición especial para todos los asistentes.   Fuente: Armando Espinoza Coordinador diocesano de Pastoral juvenil Diócesis San Carlos de Ancud  

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Homilía para el domingo 18 de septiembre del 2016

Hermanos y hermanas, Reitero mis saludos a todas las autoridades presentes, y a todos los hermanos que aquí en la catedral, como a quienes por medio de la audiencia radial se hacen parte de esta especial Acción de gracias, en el aniversario de la patria que  también festejamos delante de Dios, “porque ÉL quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, como nos recuerda  s. Pablo en la carta a Timoteo que hemos oído. 1.- La luz del evangelio. El evangelio de hoy corresponde al texto que es proclamado  en la liturgia dominical en  toda la Iglesia en el mundo, y que debemos acoger y aplicar a nuestra historia particular. Me parece muy atingente  el contenido y enseñanza del texto evangélico, cuando reflexionamos el pasado reciente, el presente y deseamos un futuro esplendor para nuestro Chile. Desde  la palabra de Dios, desde nuestra  fe en Jesucristo  admiramos y asumimos que la patria es un don Dios, un regalo o un bien precioso compartido a nivel personal y comunitario, y del cual no debemos ser dueños egoístas o privatizantes. Según las palabras de Cristo no somos propietarios, sino llamados a ser administradores responsables y honrados de todo aquello que hemos recibido,  buscando el bien de los demás, con especial preferencia por los más necesitados. Lo que la reflexión ética del ser humano logra entender, la fe cristiana  lo ilumina, lo reafirma y le da  un sentido y proyección eterna. Para comprender bien la parábola del “administrador infiel” con la cual nos enseña  Jesús a usar en forma justa los bienes de este mundo, en especifico el dinero,  debemos recordar un aspecto del contexto cultural de la época, de lo contrario podríamos entender erróneamente lo que Jesús nos enseña cuando  alaba la actuación del administrador infiel, daría la impresión que alaba la pillería. Pero según las costumbres de la época, cuando un administrador reducía el importe de un recibo, disminuía su propia comisión. Por esta razón, el dueño alaba al administrador injusto, ya que ha sabido aprovechar el plazo de tiempo que le quedaba distribuyendo generosamente el dinero del que es administrador. Lo que hace este mayordomo infiel es reflexionar seriamente, y logra usar con astucia la posibilidad que tiene de postergar sus ganancias inmediatas para enfrentar su futuro. Por supuesto, el evangelio no aprueba la deshonestidad del mayordomo, sino su sagacidad. Si miramos bien veremos que el administrador infiel hace un acto de desprendimiento  inmediato para ganar amigos, para una recompensa mayor frente a la vida incierta que se le viene por delante. Entonces, Jesús nos enseña que no sólo la honradez, sino también el desinterés inmediato  y el buen uso de los bienes presentes como es el dinero, que deben ayudarnos  a procurar un bien superior que llega hasta la eternidad. La mejor inversión nos enseña Jesús es invertir en los pobres, en los hermanos más vulnerables. Esto es más atendible, sabiendo que la “dulce patria” que cantamos en nuestra canción nacional, no es una realidad para todos por igual, aún no hay una distribución justa que también perjudica la convivencia. 2.- Nos cuestiona la realidad presente. Cuando miramos los  casos de corrupción, de estafa y deshonra en distintos niveles de nuestra sociedad chilena, sobre todo de aquellos que son llamados a ser servidores públicos, percibimos la importancia de poner en orden nuestros valores, y no dejar que el dinero sea una meta en sí mismo, y que  la avaricia domine nuestra convivencia y nuestras relaciones. Porque esto, al final produce desconfianza, injusticia y decepción profunda  entre personas, instituciones y autoridades. Nos paraliza, nos confunde, y como siempre son los más pobres los más perjudicados. Es decir, que se constata entre nosotros y en el mundo que cuando el dinero se idolatra, se convierte en un dios ( en un bien supremo), entonces la humanidad se denigra, produce injusticia, dolor y hasta la muerte de muchos seres humanos. El dinero es simplemente un medio que se  vuelve vil porque nosotros no lo usamos honradamente. El dinero por el dinero, el poder por el poder destruye personas, familias y sociedades.  Basta mirar con un poco de tención la historia de la humanidad. Las noticias y estadísticas sobre la circunstancias actuales, muestran las desconfianzas en las instituciones y en las personas, por los reclamos por los derechos  básicos a la salud, por una buena  educación, por pensiones dignas, por la urgente atención a los niños y jóvenes más vulnerables de nuestro país,  por obras y leyes de bien común atrasadas o mal ejecutadas, por la destrucción por el fuego intencional  de iglesias y vehículos en la Araucanía, por  el proyecto de ley  pro abortiva, por la depredación de los recursos naturales y la contaminación, etc, Todo esto no lleva a tener  sentimientos de desanimo y una visión pesimista, y por tanto necesitamos reavivar la esperanza volviendo  nuestras mente y corazón al Señor que quiere, y está dispuesto a reconstruir la “casa común” con la colaboración de todos  nosotros. 3.- Signos de esperanza. En este sentido, es positivo que volvamos a descubrir la importancia de La formación ética y cívica: ¿Cuánto necesitamos educarnos en nuestra conciencia cívica, en valores y criterios de acción donde el servicio a los demás sea nuestra recompensa, donde valores trascendentes sean nuestras metas?… La alegría de servir honradamente, servir por amor, servir por misericordia. El valor de la participación, respeto y paz ciudadana.  Lo que la ética humana llega a postular como bueno y verdadero, el evangelio de Jesucristo lo reafirma y lo proyecta como un bien que alcanza hasta la vida eterna. A la luz del evangelio debemos agradecer todo lo que el Señor ha dado a nuestra patria, nos llena de esperanza porque aquí  y allá, a lo largo y ancho de nuestro Chile encontramos brotes y frutos de esfuerzo, de trabajo y de superación que nos muestran que podemos salir adelante, y que la generosidad es posible. Cuando se administra bien y con justicia, los recursos alcanzan, y si no

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