Con el Templo Catedral repleto, comunidades de Ancud y de otras partes de la Diócesis, con el corazón agradecido, llegaron a dar el último adiós, al Padre Andrés de Beer (1929-2020), el sacerdote misionero que por muchísimos años sirvió a la Iglesia diocesana.
El día de su funeral, el 25 de Enero, que coincidió con la memoria de la conversión de San Pablo, hace recordarnos que una vez que nos encontramos de una forma verdadera con Cristo, nos cambia la vida y nos hace renunciar nuestra propia voluntad para hacer la voluntad de Él, así vivió Andrés. La Eucaristía, que fue presidida por el Padre Obispo Juan María Agurto, acompañado por gran parte del clero diocesano, fue muy emotiva no tanto por la tristeza de su partida de este mundo, sino por la alegría y la esperanza en la vida eterna.
En sus palabras, Mons. Juan María recordó que “Andrés habiendo nacido en Bélgica, la mayoría de sus años de servicio al anuncio del Evangelio, el Señor quiso que lo viviera acá, y Andrés aceptó este llamado, este servicio y se lo agradecemos, porque esto también muestra la universalidad, es decir la catolicidad de nuestra fe y como esta fe que va, primero que nada, haciendo en cada uno de nosotros, luego se extiende a otros lugares y a otras personas, como lo han podido experimentar a través de Andrés, le damos gracias al Señor y frente a su partida que es necesaria, igual que la partida de Jesús fue necesaria para que se manifieste la gloria de Dios, y como dijo Jesús: si el grano de trigo no cae en tierra, se pudre y muere, no da frutos, ciertamente que la vida de Andrés como también la nuestra y de todos los que se unen a Cristo dará plenitud con su muerte, con que el grano de trigo cae en tierra, frágil, débil, pero ahí brota para la eternidad”.
Además el Obispo Juan Luis Ysern, quien en su periodo en la Diócesis conoció y acompañó al sacerdote Andrés, envió un mensaje que fue compartido en la ocasión: “desde la distancia me mantengo muy unido a los sentimientos de oración de toda la diócesis de Ancud ante el dolor del fallecimiento del querido sacerdote misionero Andrés De Beer, su actitud de entrega auténtica al servicio pastoral en toda la Diócesis, especialmente en Ancud, fue muy significativa, con muy buena disposición, en diversas formas de actividades siempre con mucha generosidad; (…) con alma de misionero auténtico llegó desde Bélgica para entregar su vida en Chiloé, según sus posibilidades en forma definitiva hasta la muerte, ahora sigue acompañándonos con toda forma de presencia porque nos ve con los ojos de Dios, allí en la casa del Padre nos espera, mientras tanto roguemos por él para que el Señor le perdone las debilidades que cometió como ser humano, y sigamos cada día con más firmeza el camino que nos lleva a la casa de Padre nuestro que está en los cielos.”
Finalizada la celebración de la misa, sus restos mortales fueron llevados a Puerto Montt, obedeciendo su deseo de ser cremado. En los días que siguen sus cenizas serán depositadas en un espacio reservado de la Catedral de Ancud, junto a otros obispos y sacerdotes cuyos restos descansan allí.