En este mes de
Enero, marcado por las diferentes misiones que se realizan en nuestra Diócesis
de Ancud, estuvo una en especial por la distancia que significa para llegar a
las Islas Desertores. Allí participaron nuestros seminaristas junto al grupo de
misioneros jesuitas desde el 21 al 29 de Enero.
El seminarista
Neftalí Bahamonde nos cuenta un poco de cómo fue para él vivir esta
experiencia:
Estas misiones
están coordinadas por los sacerdotes jesuitas, Víctor Gacitua sj y las
cuadrillas la conforman estudiantes de sus distintos colegios a lo largo del
país (Santiago, Concepción, Osorno, Puerto Montt) quienes participan de las
Comunidades de Vida Cristiana CVX. Este año participaron 149 jóvenes,
distribuidos en 18 cuadrillas, abarcando 18 comunidades. Cinco fueron los
sacerdotes jesuitas asignados.
A mí me
enviaron por tercer año a la Isla de Talcan, grupo de las Islas Desertores. En
tanto a Marco, colega seminarista, lo enviaron por segundo año a la Isla de
Meulin. A ambos con el servicio de capellán, que consiste en llevar la pauta de
oración diaria para el grupo, como así también estar atento a lo que nos señale,
en mi caso la Fiscala, en cuanto si hay enfermos que visitar, personas que
necesiten sacramentos. Además de coordinar lo que se va a realizar en la
misión.
Da para mucho
estás misiones para reflexionar. Me ha servido en lo personal para conocer mi
propia tierra, su gente, la realidad que viven en todas sus dimensiones. En el
caso Talcan, ya hay de por sí un aislamiento geográfico, que para ellos
significa sólo tener lancha una vez a la semana y si el clima lo permite.
También se presenta la situación de tierras, aunque desde el año 2000 se
“regularizó” su situación de títulos de dominio (5 a 6 hectáreas), es un tema
candente respecto a que “la Isla tiene dueño”, lo cual genera mucha molestia e
impotencia. Se ven marginados de la propia Municipalidad, del Estado en
general, ni siquiera cuentan con un muelle, ni un camino público. Aún cuando
hay servicio eléctrico, posta y escuela. Respecto a la Iglesia el panorama no
es mejor, el hecho de que llegue una vez al año sacerdote además de esta semana
de misiones, es menos que poco para el anhelo de aquellas personas.
En medio de
esta situación es cuando uno se admira de su perseverancia contra tanta
adversidad, un testimonio de fe vivo, no sólo abren la puerta de su hogar, que
ya es mucho, sino que comparten sus alegrías y dolores. Son capaces de
reconocer la presencia de Dios en todo ello. Por supuesto tienen sus
conflictos, y aún así no se les empaña la alegría de compartir la Vida. Esa
comunidad me ha ayudado a crecer como persona y cristiano, han sido una
bendición y me han hecho conocer más quien es Dios. Si Santo Tomás habló de las
cinco vías, para mi esa comunidad ha sido una vía para el conocimiento y amor
de Dios.
Neftalí Bahamonde Aguilar, seminarista Diócesis de Ancud