En Mechaico, a 8 kilómetros de Ancud, todos los días la esperanza se hace tangible en los hombres que viven en la primera “Fazenda de la Esperanza” que se instala en Chile, y que han sabido levantarse y recomenzar sus vidas.
La Fazenda (=hacienda) se inauguró en Abril de este año y hoy en día cuenta con cupos disponibles para varones mayores de 18 años. No hay personal remunerado, ya que quienes ayudan en la recuperación son voluntarios que han pasado por lo mismo que los internos.
Como Marcio Orth, de 32 años, que hoy es el responsable de la Fazenda “Jesús Nazareno”, algo que quizá nunca imaginó cuando vivía el drama de la adicción en su Brasil natal. Fueron 14 años en los que su vida estuvo dominada por la droga. Todo cambió en 2014 cuando ingresó a una “Fazenda de la Esperanza”. De ahí salió convertido en un hombre nuevo. “Descubrí la alegría que se siente al vivir libre de la adicción. Yo pensé que debería devolver un poco de lo que me regalaron”, nos cuenta.
“Los que están a cargo de acoger a los muchachos que quieren recuperarse lo hacen como vocación, como un llamado de Dios. Donan gratuitamente lo que recibieron gratuitamente”, nos explica Nelson Giovanelli quien, junto al sacerdote franciscano Hans Stapel, fundó hace 35 años esta gran familia de la esperanza, que tiene 139 Fazendas en 23 países y quienes en el mes de Octubre visitaron la Fazenda de Chiloé.
Son tres los pilares que fundan una Fazenda: la vida comunitaria, el trabajo y la oración. Cada mañana se lee el Evangelio del día y de allí se saca una motivación espiritual para poner en práctica. Para más información contactarse al Obispado de Ancud al teléfono 652622325.
Rostros de la esperanza
Juan, de 32 años, llegó desde Antofagasta y lleva 6 meses en recuperación. “La droga te pone el corazón de fierro o te congela los sentimientos. Te crece el egoísmo de forma inmensa. Sólo piensas en ti. Te preguntas mil veces qué estás haciendo con tu vida. Adelgacé y hasta yo me miraba en el espejo y me desconocía”, dice.
Alan, lo perdió todo: familia, tres hijas, trabajo, estabilidad. La droga lo consumía. “Una noche pensé en matarme. Estaba solo en Puerto Montt y le pedí a Dios que me ayudara. Me fui a Castro y justo en la catedral escuché a Wellington, un joven brasilero que estaba dando su testimonio de recuperación en una Fazenda”. Alan se acercó a pedir ayuda y hoy lleva 8 meses en la Fazenda. “Acá comprendí que la maldad no está en uno. Es la ausencia de Dios la que nos hace hacer cosas malas”.
Mario, 30 años, viajó hace 7 meses desde Curicó para recuperarse. “A los 25 años comencé a drogarme y terminé perdiéndolo todo. Toqué fondo. Tuve tres intentos de suicidio… Ahora veo que Dios me quiere. Me mantuvo con vida y me trajo acá”.