Durante esta Cuaresma, una delegación de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia que Sufre (AIS) estuvo en Irak. Al regresar de nuestra visita, queremos compartir con ustedes el testimonio de muchos “Héroes de la Fe” con los que nos encontramos. Sacerdotes, seminaristas, religiosas… algunos refugiados ellos mismos, y que han hecho la opción de quedarse con su rebaño asediado por el Estado Islámico.
«Por las noches solemos oír fuego de artillería; pero, afortunadamente, estamos bastante lejos de las luchas», nos dice el párroco Steven. Bueno, eso es cuestión de opiniones; en realidad, apenas 15 kilómetros en línea recta separan la población de Alqosh de la línea del frente, donde las tropas kurdas “peshmerga” se enfrentan, fuertemente armadas, a los combatientes del grupo terrorista islámico ISIS. Detrás se extiende la llanura de Nínive, que los yihadistas conquistaron el pasado año para declararlo como parte de su califato, que comprende regiones de Siria y de Irak. Si el tiempo es claro se pueden ver desde Alqosh, a simple vista, las poblaciones cristianas que se encuentran ahora en manos de ISIS.
«Allí atrás se encuentra situado mi pueblo Batnaya», dice este sacerdote caldeo y señala en dirección a la población cristiana en la llanura. «Yo era párroco allí. Ahora está en manos de ISIS». El sacerdote relata con qué rapidez se produjo todo el pasado verano, cuando ISIS avanzaba cada vez más y más de 125.000 cristianos huyeron, presos del pánico. «Fui el último en abandonar Batnaya. Poco después llegaron los yihadistas. Su primera pregunta fue: ¿dónde está el párroco Steven?».
Ahora, el sacerdote Steven vive refugiado en Alqosh, a tan solo unos kilómetros de su parroquia de Batnaya. Con él han encontrado refugio en esta antiquísima población cristiana más de 480 familias cristianas de la región. Faltó poco para que también Alqosh quedara reducida a la bandera negra del califato. «A comienzos de agosto se encontraban cerca de Alqosh», dice el Padre Steven. «Pero por razones que no conocemos, ISIS dio media vuelta. Eso nos salvó».
Otro sacerdote, el Padre Ghazwan, ve ahí la mano de Dios: «Es un milagro que aún podamos estar aquí. En el verano, la policía nos dijo que abandonáramos la ciudad, después de que ISIS avanzara cada vez más. En algún momento no había nadie aquí». Solo unos 100 jóvenes valientes permanecieron en los montes cercanos a Alqosh, dice el sacerdote. «Estaban dispuestos a defender la población contra ISIS arriesgando sus jóvenes vidas. Estaban dispuestos a morir por su patria». Ghazwan tuvo que huir con la demás población; pero solo durante una semana. «Fue la semana en la que, por primera vez en nuestra larga historia cristiana, no se celebró la Misa aquí, en Alqosh». Pero esa situación no duró mucho: «Volví el 15 de agosto; quería estar con esos jóvenes».
Docenas de sacerdotes y religiosos perdieron sus casas el pasado año; no solo perdieron conventos, iglesias y monasterios, sino también escuelas y residencias para niños; en realidad, todo el apostolado que habían construido durante años. «Perdimos 23 conventos y casas», dice Sor Suhama. Esta dominica vive ahora en un barrio de casas adosadas cerca de Erbil. Como ella, docenas de religiosas, monjes y sacerdotes que han perdido sus casas cuentan con el apoyo de AIS para recomenzar sus vidas. «Éramos 26 religiosas, solo en Qaraqosh. Allí teníamos una comunidad muy viva; a algunas hermanas, esa pérdida no las deja tranquilas; por las noches, sueñan que podrán volver pronto» Una religiosa llora en silencio, mientras oye hablar a sor Suhama. Desde que tuvieron que huir, 14 religiosas de avanzada edad han muerto de pena.
En estas circunstancias—sigue diciendo sor Suhama— no es fácil continuar con la vida religiosa de forma regular. «Tenemos que ocuparnos de nuestra gente, que está ahora aquí. Tienen muchos problemas; pero nos esforzamos por dejar espacio suficiente a la Misa y a la oración». Los más importante —subraya la religiosa— es que las personas se den cuenta de que la Iglesia está cerca de ellos. «Nuestra tarea es estar con nuestra gente. Si alguna vez tuvieran que abandonar Irak todos los cristianos —cosa que no creo—: los sacerdotes y las religiosas seremos los últimos en marcharnos».
Al igual que las religiosas, también los seminaristas Martin y Randi han perdido sus casas. Ahora, estudian con el apoyo de AIS en el seminario sacerdotal de Erbil. «ISIS ha reforzado nuestra vocación», dice Randi completamente convencido. Este seminarista católico sirio procede de Qaraqosh. «Por supuesto que es duro perder la patria. Mis padres están ahora refugiados aquí; pero afortunadamente han sobrevivido. Esto me muestra que Dios es un Dios de la vida y no de posesiones y objetos. Dios se cuida de nosotros».
Martin asiente; caldeo, procedente de Karamles, una población cercana a Qaraqosh, es ya diácono. «Los sacerdotes de nuestro pueblo y yo fuimos los últimos en huir, después de convencernos de que no quedaba nadie en el pueblo. Pudimos salvar la sagrada eucaristía y algunos libros litúrgicos. Nada más. Tuve realmente miedo de perder la vida», dice. Y continúa comentando que durante la huida a Erbil pensó que la muerte podía estar cercana. Siente tristeza al pensar en lo que ha perdido. «No quiero ordenarme sacerdote hasta que no pueda celebrar la primera Misa en mi pueblo. Por supuesto que sé que esto puede durar meses o más». El diácono Martin se decidió conscientemente por permanecer en Irak. «Mis padres viven ahora en Estados Unidos. Yo también estuve algún tiempo allí; pero quise volver a Irak. Mi sitio está aquí; aquí quiero servir a los demás».
También Randi siente su obligación con los fieles: «No quiero servir únicamente en el altar, sino también ocuparme de los pobres. Ahora tenemos más que suficientes». Comenta que le duele ver que cada vez más cristianos abandonan Irak para siempre; «pero aunque nuestra grey sea aún más pequeña en el futuro, los cristianos tenemos aquí una tarea importante; tenemos que reconstruir nuestro país. A pesar de todo tenemos que aprender a convivir de nuevo con los musulmanes. Tenemos que enseñar a nuestros hijos a tener respeto y estimación por los demás. Si no, esto se echaría de menos en Irak».
La Fundación Pontificia Internacional «Ayuda a la Iglesia que Sufre» apoya a religiosos, sacerdotes y seminaristas que han tenido que huir de ISIS: con intenciones de misas para sacerdotes y ayuda directa de emergencia para vivienda y alimentación.
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